martes, 6 de enero de 2009

Re-Imaginando a la Astrología

Partiendo del postulado hermético: "Tal como es arriba es abajo, tal como es dentro es fuera", podemos pensar que la astrología explicaría: "Tal como es en el macrocosmos es en el microcosmos y viceversa".
La dualidad inicial y mas evidente se manifiesta en la alternancia entre día y noche. Esta evidencia de la rotación de la tierra sobre sí misma nos facilita la primera experiencia de pares de contrarios: La alternancia entre luz y oscuridad, entre el reino del día, de la razón, de las realidades objetivas, de la exterioridad y el reino de la noche, de los sueños, de la interioridad, de la imaginación, del flujo de la vida no sujeto a la voluntad diurna y por lo tanto de las imágenes y de su fuente: La Psique.
La astrología está ligada mucho más íntimamente con el reino de la noche, del saber esotérico, que con el reino del día, del saber exotérico (al cual pertenece el saber científico y entre otros la astronomía).
La astrología es una disciplina simbólica que no describe hechos y realidades cuantificables. Por supuesto, su fin no es la predicción o descripción de hechos y acontecimientos externos. La finalidad de esta disciplina es el estudio de los símbolos como imágenes vivas de la psique . El estudio de estas imágenes permiten encontrar una correlación entre vivencias internas o acontecimientos externos de una vida, con imágenes o mitos del inconsciente colectivo. Esta interpretación simbólica está sostenida por tanto, en imágenes arquetípicas, o dicho de otro modo: Cumplen con la misión de retornar los hechos y acontecimientos externos al Dios al cual pertenecen, a sus raíces imaginales.
A estas imágenes no solo le prestó atención la astrología, sino también la poesía, el arte, la mitología, las religiones y sus dioses, la psicología analítica y el saber gnóstico. Desde la premisa teórica que desarrolla C.G.Jung con su concepto de Inconsciente Colectivo y su técnica de la "Amplificación" entendemos que el astrólogo, cuando contemplaba el sol, no estaba tan solo ante una literal bola de gas incandescente, sino que estaba ante un cuerpo de naturaleza "divina", dotado de alma, (más tarde lo relacionó en la mitología griega con un dios llamado Apolo), del mismo modo que para cualquier persona con sensibilidad musical, cuando oye una pieza de Bethoveen lo que experimenta no son masas de aire que vibran, sino una excelsa obra de arte.
Siguiendo con la analogía que antes comenzamos entre los ciclos terrestres y celestes, podemos observar claramente, que el día se divide en cuatro partes fundamentales; alba, medio día, ocaso y media noche . Podemos encontrar en esta experiencia sus correspondencias simbólicas con las cuatro etapas de la vida, infancia, juventud, madurez y vejez. Las etapas del día, de predominio de la luz, corresponderían a las de la consolidación y reinado del yo diurno (juventud y madurez) y las etapas del día de predominio de la oscuridad corresponderían a las del reinado del mundo imaginal e interno (infancia y vejez).
En experiencia de sincronicidad ( Sincronicidad : concepto acuñado por C.G Jung. que explica la correlación de significado de dos acontecimientos acausales) el proceso anímico en estas dos etapas tiene un significado común :
La infancia nos lleva a sumergirnos en el exterior . La vejez nos sumerge " obligatoriamente" en el límite del cuerpo a una experiencia de pérdida de la agudeza de los cinco sentidos. En el final de la vida,lo importante ya no está en la percepción de una realidad exterior, sino en la disolución o el retorno de los hechos de la vida a sus contenedores imaginales, al descubrimiento de un cosmos igual de inconmensurable que lo fue el exterior, en la infancia, pero esta vez en el interior. La analogía del alba y el ocaso.
Si nos acercamos a la vida tal y como la comprende el saber astrológico, o sea como un ciclo; un círculo y no una línea recta (tal como la ve el ego), podemos ver como la psique es el rizoma y el fin de la vida humana. Así podemos ver el nacimiento humano y la construcción de la estructura yoica como la ola que surge del mar y la vejez como la ola regresando a su matriz, proceso a la vez análogo a mitos como el de la Caída y el Regreso al Paraíso perdido.
Una de las misiones de la astrología es devolver lo que la conciencia cree hechos "azarosos" de su existencia a sus raíces imaginales, a sus dioses, conectar los avatares de la existencia individual humana con sus raíces en el inframundo.
Solemos preguntarnos por las causas de nuestras alegrías y sobretodo por los motivos de nuestros sufrimientos. La misión rigurosa del astrólogo es transformar los porqués de la vida en para-ques . Dicho de otra forma: Conectar lo que llamamos los hechos con sus significados y propósitos y por lo tanto con el significado para nuestra alma.
El yo cree, muchas veces, que los hechos están desconectados de sus significados, de la misma forma que mantiene la ilusión de estar separado del universo. Todo lo que no entra dentro del campo acotado de sus límites es un gran tu inanimado, un gran objeto externo.
Los astrólogos deberíamos esforzarnos en no leer al yo del consultante (contar lo que se espera oír o hablar de hechos pasados o futuros), sino al alma (o psique) del consultante y para ello cuenta con la única herramienta válida; el símbolo.
La tarea consiste en poder entender que entre "yo" y lo que llamamos: "hechos de mi vida", hay una relación con significado, que es lo mismo que decir que entre yo y el Cosmos hay una relación con significado.
El yo se limita a dividir los hechos de la vida en agradables o desagradables, buenos y malos, y nos podríamos preguntar cuantas veces lo que hemos llamado épocas "malas" las hemos acabado por agradecer.
La astrología nos invita a un viaje desde Apolo, dios del sol, del día, de lo seco, la razón, lo separado, lo empírico, etc, a Dionisos; el regreso a las imágenes, a la psique, a la diversidad, a la imaginación. Por algo será que durante el día reina un solo dios, el astro Rey; Apolo, el único al que se le permite brillar y ser, pero la noche tiene la habilidad y flexibilidad para admitir la diversidad y multiplicidad de estrellas sin ningún tipo de conflicto de poder o hegemonía.
En el nacimiento de la astrología se hablaba de Cosmos, no de universo. El Cosmos es politeísta ya que el término se refiere a una dimensión donde convive en armonía la diversidad. Los nombres de los planetas están asociados analógicamente a la cosmología politeísta griega. Por otro lado, el concepto de Universo adquiere relevancia, de forma sincrónistica, con la aparición de las grandes religiones monoteístas y la hegemonía de un solo Dios redentor y salvador.
Un tema natal literaliza una imagen. Lo podríamos comparar con una foto tomada en un instante único de la existencia en la tierra (hora, día, año) y un lugar concreto del cuerpo de la Tierra (ciudad, pueblo, país). Esa imagen nos muestra la posición de los planetas del sistema solar vistos desde un instante determinado y desde un lugar concreto (latitud, longitud) de la tierra.
Oscar Adler en su maravilloso libro "Astrología como ciencia oculta" Ed.Kier, nos conecta con la imagen del hombre "hijo de la Tierra". Explica, con una metáfora, la inseparabilidad del hombre y el Cosmos, del principio sincronístico entre el macrocosmos y el microcosmos:
El saber astrológico brota de un conocimiento íntimo de la Tierra y sus ciclos: Así Aries corresponde al inicio de la primavera, a esa etapa del ciclo del sol a través de la eclíptica en la cual surge el impulso de la naturaleza a la exterioridad después de una etapa de frío y predominio de la noche sobre el día (otoño e invierno) y, lógicamente, el signo de Aries está dotado de sus mismas características: Impulso, heroicidad, energía, aventura, etc..., complementado con sus aspectos sombríos: Miedo a la inactividad, a la oscuridad (metafóricamente hablando), al fracaso, a la monotonía, impaciencia y miedo a lo que no crece ni cambia, etc. Este ejemplo muestra que el saber astrológico brota de un conocimiento íntimo, metafórico y por lo tanto analógico, que requiere de un contacto vivo en un entorno vivo.
Así pues, la astrología es un arte y cada interpretación astrológica un acto creativo, espontáneo. Tan creativo y espontáneo como ese instante único y vivo en el cual cada uno nace y que se explicita en lo que el astrólogo llama tema natal.
Un mismo astrólogo en diferentes instantes de su vida y de la vida de un consultante, no creará la misma interpretación, de la misma forma que tres buenos astrólogos no crearán la misma interpretación de un tema natal
Lo fundamental es que si son tres buenos astrólogos el cliente participará de tres buenas interpretaciones, de la misma forma que tres buenos fotógrafos no sacarán las mismas fotos de la Sagrada Familia aunque todas sea de la Sagrada Familia. Lo que sugiero es que la astrología es una disciplina creativa, en donde si no hay capacidad imaginativa no hay interpretación. Un ordenador no puede interpretar una carta, solo puede dar información, ya que no existe un tránsito de Saturno a la Luna natal separado del resto de la carta o del resto de tránsitos que se dan en un mismo periodo, o no hay solo un Sol en casa 1, sino que el tema natal es un organismo vivo donde no hay partes sueltas y separadas, es un todo interrelacionado.
La astrología no es una ciencia donde diferentes individuos con el mismo método llegan a un mismo resultado.
Por otra parte y volviendo a los juicios morales (sujetos a la época, educación, valores sociales, familiares, etc) ¿Cómo vamos a presuponer que hay instantes buenos o instantes malos? ¿Qué en nosotros se resiste a dejar ser a ese instante único y vivo que es un tema natal, a ese pensamiento de la Tierra, cuando calificamos un aspecto de nuestra carta o una posición planetaria como mala y negativa o buena y positiva? ¿Mala y negativa para quien? ¿Quién habla en uno cuando habla de bueno o malo y desde que prejuicios? Este es otro saber que nos puede aportar la astrología, el saber de nuestros prejuicios inconscientes.
La astrología está hermanada con la alquimia desde sus inicios y cometeríamos la torpeza de simplificar, si creyésemos que los que llamamos aspectos difíciles, como por ejemplo una conjunción entre la diosa Venus y el dios Saturno (Cronos), está para ser cambiada, para que alguien se esfuerce en "superarla" ¿Cómo vamos a cambiar nosotros a un dios? Más bien el dios aparece para "cambiarnos" a nosotros, al igual que los síntomas.
La astrología también nos habla de una necesaria transformación, (para el ego puede suponer derrota), como única posibilidad de descubrir el sentido de nuestra vida en relación a la gran Sinfonía Cósmica de la cual tan solo somos una nota. Si seguimos la percepción pitagórica del Cosmos y la genial imagen de la Música de las Esferas tan conectada a las raíces del saber astrológico.
Seguimos empeñados (y me incluyo el primero en la aparición del más mínimo lapsus) en hablar en términos de "mi carta o mi tema natal", como si fuese una posesión nuestra, de la misma forma que decimos "mis pensamientos, mis sentimientos". El tema natal no es "mío", esa cualidad de un instante vivo, del cual soy hijo, ese pensamiento de la Tierra, se puede compartir con muchos insospechados hermanos: Plantas, insectos, animales y quizás algún otro ser humano que hayan dado a luz bajo el mismo instante de la tierra que nosotros, en un radio no muy lejano al de nuestro nacimiento.
El individuo único que somos, lo somos nos guste o no, depende de lo que hagamos con esa singularidad que no escogimos (al menos conscientemente). Depende de nosotros servir conscientemente o solo mediante los síntomas, a los dioses de los cuales somos hijos, al igual que Jonás.Los hechos de nuestras vidas no tenemos más remedio que vivirlos y no se trata de "jugar" a predecirlos (dejemos trabajo para las compañías de seguros), quizás una de nuestras grandes tareas es descubrir el significado, el propósito de esos hechos, no solo limitarnos a vivirlos. Tenemos la posibilidad de experimentarlos como portadores de un significado que no nos pertenece, lo que equivale a vivir en un Cosmos que no es meramente un conjunto de leyes mecánicas y físicas sino un organismo vivo, portador de significado, de una voluntad y propósito propio del cual formamos parte.
De la misma manera que no podemos escoger los sueños que vamos a tener antes de acostarnos, existe una realidad psíquica que no es responsabilidad yoica. Tampoco elegimos muchas veces los estados anímicos, sentimientos, anhelos, pasiones y odios, que se presentan en nuestra vida diurna ; pero algunos de ellos regresarán una y otra vez, con diferentes vestiduras externas pidiendo ser entendidos. Atenderlos y reconocerlos dependerá, tan solo en parte, de nosotros. No escogemos las ideas ni los pensamientos que surgen en nuestra vida; pero depende de nosotros reconocer o no a los ángeles que los han hecho descender hasta nosotros y averiguar su propósito. Evidentemente ante la misma disyuntiva nos encontramos ante un tema natal. Nadie ha elegido conscientemente el momento y lugar de su nacimiento, su país, familia, el momento histórico, su cuerpo, etc, pero lo que un astrólogo nunca podrá saber al ver un tema natal de una persona desconocida es si ésta está sirviendo a su singularidad y con ello al Cosmos o si está viviendo a su contra.
Autor: Lluis Gisbert

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