miércoles, 25 de febrero de 2009

LA TRADICION HERMETICA

Extraido de Capítulo IV del libro La Rueda, Una Imagen Simbólica del Cosmos de Federico González (Symbolos, España, 1986).




El alquimista y el astrólogo trabajan solos. Así se los puede ver en numerosos grabados de la iconografía hermética. O bien estudiando, meditando u orando, cuando no absortos en la contemplación de sus hallazgos. La obra hermética se produce en la interioridad del athanor (analógicamente, del templo del hombre). Lo cierto es que esta tradición propone el conocimiento mediante el estudio de la cosmogonía. Estudiar las leyes cosmogónicas no supone la erudición literal, o el cómputo de detalles banales, que para estas disciplinas son cosas secundarias, si no a veces entorpecedoras.

Conocer la cosmogonía supone ser uno con ella. Estar vivo o haber nacido al verdadero estado humano. Este hecho asombroso incluye una pérdida y un hallazgo de identidad, una muerte y una resurrección, que se realizan innumerables veces en varios años, en el athanor del alquimista, su interioridad. Y le da también la materia con qué seguir trabajando en este proceso alquímico, llamado también de iniciación en la senda del conocimiento y de la vida real.
Conocer una cosmogonía significa vivir el mandala tridimensional del cosmos. Comprender la revelación de un universo y sus leyes, absolutamente diferente del que nos fue enseñado. Donde los valores son tan otros, que únicamente pueden ser percibidos por medio de una total conversión psicológica.
Este proceso necesita de un orden y de un trabajo. No sólo tiene enormes riesgos de desviación de muchos tipos (los cuales, generalmente, son parte del proceso), sino que puede resultar casi imposible de realizar, por indefinidos motivos. Se dice que es difícil, pero no imposible. En el camino pueden quedar, entre otras cosas, la salud, la fama y la honra, es decir, toda seguridad.




Pero la recompensa es la identidad, el conocimiento, el ser.



El aprendiz de alquimista está dispuesto a la realización espiritual, que incluye el conocimiento vivo de las leyes del cosmos, en definitiva, el conocimiento de sí mismo, y de la realidad, del orden, de la vida. Recibirá, pues, lo que ha deseado, siempre que su trabajo sea paciente y sacrificado y pase las pruebas de los héroes mitológicos.


Debe llevar su trabajo hermético a todo nivel en su vida y su cotidianidad, pues se trata de la recuperación de la luz -la lucidez-, utilizando el emotivo fuego de la sangre. El estudio de las disciplinas herméticas y de los textos mágicos, se alternará con la constante meditación y el trabajo interno, sagrado, y se sorprenderá entonces de verse cada vez más extranjero en el mundo de las causas y efectos.
Ese espacio interno podrá albergar las estructuras con las cuales construir un nuevo cosmos, o mejor, las descubrirá en sí mismo y manifestándose por doquier. Podrá entonces vivir de la mañana hasta la noche -y en sus mismas horas de reposo- un nuevo mundo, cada vez más asombroso, cuya característica es la riqueza y también el esplendor. Siendo tanto lo que tiene en las manos, ha de tomar conciencia entonces de su responsabilidad con respecto a sí, y advertir que no ha sido por su mérito, ni un descubrimiento propio, lo obtenido, sino que simplemente eso es así, y que, además, a él no le pertenece. Y es más aún, reconocerá que su personalidad, tal cual la imaginaba, no existe.




Debe entonces procurar manejarse con las estrategias propias de las artes marciales y equilibrar constantemente el recorrido de su camino, el manejo de su vehículo. Este arte requiere una manipulación delicada y es probable que se aprenda a golpes; al menos se trata de una ciencia de fuertes contrastes. Pero, perseverando hasta el fin, logrará vivir en un mandala vivo, espejo del cosmos, donde toda cosa tiene significado, en las tensiones y matices propios de la armonía y el orden de lo creado, y de su sustento invisible y arquetípico. Habrá conocido la cosmogonía, y luego del bautismo lunar de Juan, de agua (de la ciencia de la escuadra), y de haber recibido el bautismo solar de Jesús, de fuego (de la ciencia del compás), y cuando haya culminado este último proceso, entonces podrá decirse que ha comprendido la esencia de la tierra y el cielo, lo que es simultáneo con su llegada al centro y equivale a estar ya listo para empezar su ascenso vertical, pues ha finalizado con los misterios menores.

1 comentario:

Fragarí dijo...

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